ROBANDO UN AMOR
Las personas solo pueden ser engañadas cuando ellas cierran los ojos y abren su corazón.
Pero quien es inteligente primero abre los ojos y luego se deja querer. El amor nace, pero a veces, el mismo… se puede robar; así como
ocurrió a continuación.
Capítulo 1
“La rubia arrogante”
—Buenos días,
señorita Montealto. Le presento a su nuevo contador —escuchó Silvia mientras
respondía un email. No se molestó en subir la mirada, solo guardó silencio y le
dio “enviar” al mensaje que había escrito en su celular, unos segundos después
levantó la cabeza para conocer el hombre que le había presentado su secretaria.
Frente a ella, no
estaba un joven. Era un hombre maduro de unos cuarenta años. Blanco, cabello
castaño un poco desarreglado, ojos grises, rasgos finos, un poco de vello
facial alrededor de su boca, que lo hacía ver hermosamente desaliñado, vestido
con una ropa elegante sin corbata; pero lo mejor de todo es que le regalaba una
media sonrisa algo soberbia.
Le dije a la desgraciada de Carol que contratara a un joven, no a este
hombre tan mayor. Juro que voy a golpearla, además el descarado sabe que está
muy bueno y no lo oculta. —pensó mientras veía a su amiga, que era
también su secretaria, sonreír ampliamente detrás del hombre.
—Buenos días, un placer soy Silvia Montealto. Estoy a cargo del área administrativa de Aeroejecutivos, imagino que sabe de qué va la empresa ¿cierto? —preguntó en mal tono, tenía que ser bien distante y fría con sus trabajadores, sino con su cara de niña la verían como eso, como una niña, y nadie la respetaría. Fue un consejo de su padre, y le iba muy bien siendo así—, puedes salir —dijo en tono frío a su querida amiga. Carol sin mediar palabras salió de la oficina.
—Soy Néstor
Hidalgo, contador con dieciocho años de experiencia. Sí, señorita Montealto, sí
sé de qué va la aerolínea.
—Qué bueno,
entonces te invito a que te pongas a trabajar. Mi padre es el dueño de todo lo
que ves, así que espero que en quince días me entregues el primer informe hecho
por ti sobre la empresa, ya que él lo necesita. Todo lo que tengas que saber,
dudas, preguntas lo que sea, se lo preguntas a la Señorita Vargas —Silvia no
escatimó en arrogancia. Pero solo recibió una media sonrisa de Néstor, que no
dejó de mirarla a los ojos. El hecho no incomodó a Silvia, al contrario, le
gustaba—. Te invito a que salgas de mi oficina —ordenó sin mirarlo a la cara.
—Con todo gusto
señorita —le respondió Néstor, caminando hacia la puerta.
Una vez dentro de
su oficina. Nestor quitó su sonrisa bastante practicada. Pensó que tendría la
situación en control, pero lo que le habían dicho era cierto. La hija del dueño
no era una niña a pesar de su edad. Con solo 26 años manejaba los negocios como
toda una veterana en la materia. Según sabía, solo tenía unos cuatro años de
graduada.
—Que mal carácter
tienes Silvia, opaca toda esa belleza —murmuró mientras se concentraba en
recordar sus facciones.
Ojos grises, cabello rubio, labios finos y rosados… ¡Dios mío podría ser
mi hija! —pensó, pero unos segundos después sonrió diciendo:
—Pero no lo es.
Capítulo 2
“El don Juan inteligente”
—Buenos días
señorita Silvia —se le acercó Néstor a Silvia mientras entraba en el ascensor,
casualmente llegaron al mismo tiempo al trabajo, eran las ocho de la mañana.
—Señorita
Montealto para ti, no seas igualado, no te he dado la confianza para que digas
mi nombre de pila —la reacción de Silvia no se la esperaba. Así que guardó
silencio y le dio gracias a Dios por estar solos y que nadie hubiese escuchado
ese mal trato. Conseguir que esta mujer lo llevara a su casa, sería algo
bastante difícil, pero nada era imposible para él, se las ingeniaría.
Silvia a su vez, se divertía por lo bajo, estaba segura que nadie había tratado de forma tan arrogante, a un hombre como él. De hecho, hasta le dolía, el hombre era demasiado hermoso. Ese olor del rico perfume de Dolce & Gabbana la tenía delirando. De por sí el desgraciado parecía modelo de la marca. Hoy venía muy desarreglado, pero se veía a simple vista que tenía unos miles de bolívares con toda esa ropa. Hecho que le dio curiosidad, ya que un hombre, siendo solo un contador, no tendría para tanto.
—¿Solo eres
contador? O tienes algún otro trabajo —soltó Silvia la pregunta sin pensar.
—Solo soy contador
—se limitó a decir con seriedad.
—Entonces ¿De
dónde sacas esa ropa tan elegante y ese perfume tan costoso? —la pregunta desconcertó a Néstor, jamás le había
preguntado sobre eso, en ningún lugar que visitaba.
—Disculpe,
señorita Montealto como es que no le puedo llamar por su nombre de pila y me
pregunta cosas tan personales… creo que está siendo injusta —esta vez Néstor se
acercó a ella, de forma imponente y con media sonrisa.
Dejó sin habla
unos segundos a Silvia, ella estaba acostumbrada a que le respondieran sin
titubeos. Y si lo pensaba mejor el hombre tenía razón.
—Tienes razón,
quedamos así entonces… tú no me respondes la pregunta que hice… y me sigues
llamando señorita Montealto —la puerta del ascensor se abrió y Silvia salió
taconeando, caminando sin esperar la respuesta de Néstor.
Él a su vez
controló que se le saliera una carcajada, mientras veía cómo caminaba la chica
con esa corta falda negra, largos tacones y esa camisa delicada a juego de un
color verde claro.
Creo que si me le acerco de nuevo me morderá, mejor guardo distancia —pensó
mientras caminaba hacia su oficina.
Capítulo 3
“Entre amigas”
Tocan la puerta de
la oficina, mientras que Silvia está frente al computador respondiendo un email
a su padre y a sus amigos de confianza.
—Hola Silvia ¿Qué
ocurre, necesitas algo?
Silvia al escuchar
la voz de su amiga Carol, sonrió.
—¡Desgraciada! Te
dije que buscaras a un hombre joven, alguien inteligente pero que pudiera
manejar. Ese hombre está demasiado hermoso, me cuesta si quiera verle la cara.
Me imagino que mi padre brincó de la felicidad cuando le diste su currículo, él
estaba enfrascado en poner a alguien mayor en ese puesto.
—Ay sí ¿Verdad que
sí es hermoso? —le respondió Carol, sentándose frente a ella con una gran sonrisa
en la cara, obviando la última parte de lo que le había dicho Silvia.
—¿De dónde lo
sacaste? ¿En dónde vive? ¿Cómo es que no lo había visto en toda Maracaibo?
—Supuse que me
llamabas para eso, así que listo… aquí está su hoja de vida, con lo más
importante, ya te lo resumí… ¡no me lo agradezcas! —Carol le puso sobre el
escritorio la hoja, sonriendo de forma picara.
—Eres una perra
¿Cómo es que me haces eso? ¿Qué dijo papá?
—Tu padre, le
revisó la vida y no encontró nada. Tiene excelentes recomendaciones de las
empresas en las que ha trabajado. Sabe tres idiomas y renunció a su último
empleo porque aseguró no le pagaban lo justo.
—Entonces para
colmo es ambicioso, eso no está mal —murmuró Silvia.
—Sí y ¿observaste
cómo se viste? Parece un modelo… es irresistible.
—¡Cállate! por eso
último podría despedirte, mejor lárgate de mi oficina y ponte a trabajar. Por
cierto, hoy me voy temprano así que cuadra mi agenda para que no le quede mal a
nadie.
—¡Ok, Silvia! Si necesitas algo más del señor Hidalgo te lo envío por email.
—¡Sal de aquí
ahora! —le gritó Silvia a Carol, mientras ambas soltaban una carcajada.
Silvia, sostuvo la
hoja y leyó toda la información del nuevo empleado contratado por su padre.
Tenía cuarenta y cuatro años había nacido el seis de abril de mil novecientos
sesenta y nueve, casi le doblaba la edad.
—Pero es que los
tiene demasiado bien cumplidos, es hermosos el condenado —murmuró sonriendo
mientras continuaba leyendo el papel.
Vivía en la
urbanización La Estrella, situación que le parecía inquietante porque él vivía
relativamente cerca de ella, y jamás lo había visto, ya que su quinta estaba en
el conjunto residencial Pozo Viejo, es decir sus casas estaban separadas solo
por unas pocas cuadras.
—Me ha quedado
claro que en definitiva el mundo es muy chiquito —se dijo para sí misma Silvia.
Capítulo 4
“Situación incómoda”
Silvia leía un
libro, como todos los terceros viernes de cada mes. Ese día decidía quedarse
leyendo hasta el amanecer. Era como un ritual para ella. Alrededor de la cuatro
de la mañana, escuchó un ruido que venía de la cocina. Su quinta tenía grandes
ventanales, muchos pinos, tanto grandes como pequeños alrededor y una alberca
enorme. Con mucha seguridad, pero tenía claro que estar sola jamás era seguro.
Dejó su libro
(Miss Marple y trece problemas de Agatha Christie) al lado de la pequeña mesa,
y caminó hacia la cocina, para ver que había provocado el ruido. Para su
sorpresa un hombre vestido completamente de negro, estaba frente a ella. No
lograba ver su cara porque la tenía tapada con una tela del mismo color de su
ropa.
Mierda ¿Qué hace ella despierta hoy? —se preguntó
Néstor frente a Silvia. Esta tenía una ropa de dormir, muy sexy. En sus casi
veinte años de carrera como ladrón profesional, jamás había visto una mujer con
tan glorioso y delicado cuerpo.
¿Por qué está chica pone mi mundo de cabeza? Debí buscar la forma de
venir con ella a su casa y así conocer mejor el lugar… que venir aquí solo por
mi cuenta —terminó pensando mientras le daba la espalda a Silvia
para salir por el mismo lugar por el que entró.
—¿A dónde vas
descarado?… detente ahí —escuchó la exigencia de Silvia. Y se detuvo. La chica
tenía cojones y eso para él era inevitable de ver. Se dio la vuelta hacia ella,
mientras metía la mano en su bolsillo.
—¿Cómo lograste
entrar, la casa tiene demasiada seguridad? Supongo que si me dices… mmm… te
pagaré, de esa forma ningún otro como tú… podrá burlar de nuevo mi seguridad —Silvia
no le tenía miedo al hombre que tenía en frente, según veía estaba solo y sin
armas; estaba segura que con sus clases de taekwondo lo dejaría inconsciente en
pocos minutos, solo debía guardar sus distancias, para poder mover sus piernas
bien.
Néstor caminó
hacia ella, pero Silvia se alejó dando pasos hacia atrás.
—Mejor es que te
deje un email, no voy a lastimarte, ni tampoco quiero que me lastimes —musitó
Néstor. Él sabía que la chica era cinta negra en un arte marcial, estaba al
tanto que si se le acercaba ella podría dejarlo inconsciente. Pero el deseo
podía más con él, así que se iba arriesgar.
—¡Ah! eres un
profesional, tengo amigos que son como tú, no tengo nada contra eso. ¿Alguien
lo tiene que hacer o no? hay demasiada disparidad económica en la sociedad,
quitarle a alguien que tiene mucho, no está mal.
Las palabras confundieron
a Néstor, no había conocido a alguien con una mente tan abierta. Néstor aun en
silencio y sumergido en su pensamiento, dándole lógica a lo que acababa de
decir Silvia, se acercó demasiado y Silvia… actuó.
Le dio una patada
en el rostro que lo dejó aturdido. El cayó al piso y con un barrido hizo caer
hacia el suelo a la ahora confundida Silvia, ya que no se esperaba ese
movimiento. En el suelo ella estaría en desventaja, lo sabía. Néstor con
rapidez se puso sobre ella ejerciendo toda su fuerza.
—Te dije que no te
lastimaría ¿Por qué carajo hiciste eso?
—Nadie roba a una
Montealto —dijo Silvia forcejeando— no sin irse ileso.
—Me has obligado
hacer esto. — Néstor se quitó un poco la máscara que cubría su rostro y la
besó. Para su sorpresa ella correspondió el beso. No se esperaba eso ni en mil
años. Lo dejó sin aire y con una prominente erección. Cuando dejó de besarla
Silvia sonreía, ella le iba a decir algo, pero el necesitaba salir de allí…
¡huyendo! Así que colocó su pañuelo lleno con un somnífero potente y vio cómo,
ante sus ojos, Silvia se quedaba dormida.
La cargó y colocó
sobre el mueble. Y se fue, estaba demasiado confundido como para hacer lo que
mejor sabía hacer en su vida, que era ser un ladrón profesional.
Capítulo 5
“Ocultando la verdad”
Mierda, todo salió absolutamente mal. Aquí estoy yo, con mi rostro
hinchado y en unas horas debo ir a trabajar. Tendré que llamar y decir que no
podré asistir, no puedo dejarme ver así —pensó Néstor,
mientras se colocaba una pomada en el rostro.
Cuando eran las
nueve y media de la mañana decidió llamar a la oficina para aclarar su
ausencia. Al tercer repique Carol respondió:
—Departamento
administrativo de Aeroejecutivos, buenos días ¿En qué le puedo ayudar?
—Es el señor
Hidalgo, quería comunicarle mi ausencia de hoy, el lunes llevaré la orden
médica, necesito que le informe a la señorita Montealto.
—Sí, no te
preocupes, en cuanto llegue la señorita se lo haré saber.
¿No ha llegado? Qué extraño. Hasta donde sé es una de las primeras en
llegar a la empresa ¿Será que aún no se despierta del somnífero que le di? —pensó
preocupado. Prefirió guardar silencio y despedirse.
—Muchas gracias señorita
Vargas.
—No me digas así,
solo dime Carol —Néstor escuchó una risita en el otro lado de la bocina—, hasta
el lunes.
—Ok, Carol, nos
vemos, pasa buen fin de semana —Colgó el teléfono. Carol era muy extrovertida,
estaba seguro de eso, también sabía que era una de las mejores amigas de Silvia.
Sus informantes les habían dado mucha información. Pero en ningún lado decía
que era una ofrecida o regalada.
Eso de que le
correspondiera el beso, lo había dejado fuera de sí. Ahora tenía más preguntas
que respuesta y por primera vez en años se le había quitado las ganas de
robarle a alguien. A esa casa no iría jamás. Le encantaba la joven y debía
mantenerse alejado. En unas semanas renunciaría del trabajo, y buscaría otra
víctima, pero si quería mantenerse solitario como los últimos quince años, debía
salir de esta ciudad cuanto antes. Vender todo y partir.
Capítulo 6
“Visita inesperada”
Tocan el timbre.
¿Quién será? No espero visitas… A decir verdad, en el mes que tengo
viviendo aquí, jamás he recibido una —pensó Néstor
levantándose de la cama. Se miró por encimita el rostro y estaba más
desinflamado. Ya era domingo y la pomada había hecho su efecto. El lunes
estaría seguro de que no tendría nada. Así no se dejaría ver de Silvia, y
correr con el riesgo de que asociara las cosas.
Al abrir la
puerta. Se quedó en completo silencio. Silvia estaba frente a él, con unas
sandalias bajas y un vestido rosado sencillo. El cabello suelto y casi ni
estaba maquillada. Verla así, lo dejó atontado.
—Óyeme, pero ¡qué
bien! Ya no tienes hinchazón en tu cara… pero que bueno —esto último lo alargó,
y el tono era tan irónico que se quedó en blanco— ¡no me vas a invitar a pasar
desgraciado! o ¿Qué? Me vas a tapar la boca con otro trapito con somnífero.
Mierda… ¿Estoy despierto? Me lleva el diablo —pensó Néstor,
sintiendo como el corazón palpitaba a mil por hora. No hizo más que dar un paso
hacia atrás para que Silvia entrara.
—Oye… Silvia… yo —empezó
a decir Néstor apenado. No sabía qué decir, se sentía desarmado, no tenía nada
con qué defenderse. Ni nada inteligente que decir.
—¿Te creíste muy
inteligente? Para la próxima, pon más cuidado con esos somníferos que utilizas,
ayer casi muero de una jaqueca —Silvia sonrió, pero esta vez sus rasgos se
suavizaron.
—Discúlpame, no sé
qué decirte. Mañana tendrás tu balance para que no se te atrase el trabajo con
tu padre y el martes me largo de tu empresa. De hecho, lo decidí ayer.
La confesión no le
gustó a Silvia.
—Hey, lo que te
dije ese día fue cierto, no tengo nada contra los ladrones profesionales. Al
menos los que son como tú, que no lastiman, ni destruyen nada, solo toman lo
que quieren y listo.
—¿Cómo supiste de
mí?
—Tu olor… ese Dolce & Gabbana que tú usas, no lo usa cualquiera —Silvia soltó una carcajada—, además llamé ayer y faltaste a trabajar supuse era por el golpe que le di a tu rostro… por otro lado no me cuadró tu forma de vestir así que ese día que te vi la ropa fina investigué el saldo de tus cuentas bancarias, ya sabes tengo buenos amigos… y por último contacté con unos cuantos amigos en común que tenemos y me dijeron que averiguaste mi vida, así que me sentí en el derecho de hacer lo mismo y de disipar cualquier duda que tuviera de ti.
—¿Me vas a
denunciar? Déjame decirte que admiro tu astucia y capacidad de análisis. Ya veo
por qué eres tan buena en los negocios.
—No, claro que no —Silvia
se acercó sonriendo con malicia—, gracias por el halago.
—Entiendo ¿Entonces, para qué viniste? Quiero que sepas que tienes mi palabra de que no robaré tu casa, ni a tu empresa y que me iré el martes y no sabrás más de mí. De todas formas, no tienes pruebas, será tu palabra contra la mía, además no me llevé nada de tu casa. Y sobre las cuentas bancarias, puedo justificar los ingresos, soy astuto con las cuentas y números.
—Shiii… no me tienes que dar explicaciones —Silvia se puso frente a él— Vine a que me devuelvas lo que me robaste —Silvia lo haló hacia ella y lo besó. El beso fue más intenso del que se habían dado hace días. Néstor no se frenó y la acarició. Su respiración se escuchaba en su pequeña pero lujosa casa. Siempre compraba propiedades muy cómodas, pero que no llamaran la atención, de esa forma se cuidaba las espaldas, y daba menos explicaciones.
Entre besos,
Néstor no pudo evitar preguntarle:
—¿Por qué haces
esto? ¿Qué es lo que quieres? —Silvia se separó de Néstor, mostrándole unos
labios sonrojados y una respiración entrecortada. Su pecho subía y bajaba, se
veía tan distinta a como era en la oficina.
—Primero antes de
que me tomes por loca, quiero decirte que sé hasta dónde naciste, sé que no
eres peligroso —lo volvió a besar, pero esta vez cerca de la comisura de su
boca, mientras Néstor sonreía—; segundo, puedes decirme Silvia de ahora en
adelante —Silvia le acarició el rostro dulcemente—; tercero, sé que soy más
hermosa que el dinero que tengo, además tengo que considerar que tú eres más
hermoso que esa dos profesiones que ejerces, que por cierto haces demasiado
bien —Néstor soltó una carcajada y la cargó colocando sus piernas alrededor de
su cintura y caminando para acostarla sobre el sofá de su sala— haré el esfuerzo
solo por esta vez… y no le prestaré atención a todo ese asunto que implica la
moral.
—Te equivocas, me
gusta más toda esa inteligencia tuya, eso sin mencionar que me encanta esta
mujer joven que me muestras en este momento… te ves hasta dulce —Néstor afincó
su erección sobre el cuerpo de Silvia y ella gimió de anticipación—, de repente
le llegó una idea a su cabeza— ¿Me estás ocultando algo cierto? Ohh, ok, ok, sí
sabías que el ladrón era yo… cuando me viste en tu casa, por eso correspondiste
ese beso ¿cierto?
—¡Ajá! —asintió
Silvia. Esa respuesta le encantaba. Podía, por primera vez, ser sincero con
alguien sin el miedo de ser juzgado por lo que hacía. Y no podía negarlo, el
hecho lo volvía más loco por ella.
Dejándose llevar por
todos los sentimientos, gustos y atracciones, hicieron el amor por primera vez,
y así permanecieron por años… juntos y siempre trabajando.
Silvia, se enteró
de muchas cosas sobre la vida de Néstor, incluyendo esa vida de pobre y de
tantas necesidades que tuvo cuando era pequeño. Así que lo convenció de que
tomará citas con un psicólogo. Estaba claro que Néstor robaba para acumular más
de lo que ya tenía; y ahora casada con ella, no necesitaba absolutamente de ese
dinero robado.
Luego de cinco
años de matrimonio Néstor dejó de robar y se decidió por trabajar solo como
contador. Pero con la diferencia de que gran parte del dinero que acumuló
durante los últimos años, lo cedió a organizaciones que ayudaban a los niños de
la calle, de esa manera se sentía bien consigo mismo, de que evitaría que esas personas
indefensas cayeran en el mundo en el que, de forma inteligente, él sí se supo
desenvolver.
VVM.17.11.2021
Las personas solo pueden ser engañadas cuando ellas cierran los ojos y abren su corazón. Pero quien es inteligente primero abre los ojos y luego se deja querer. El amor nace, pero a veces, el mismo… se puede robar; así como ocurrió a continuación.
Capítulo 1 “La rubia arrogante” —Buenos días,
señorita Montealto. Le presento a su nuevo contador —escuchó Silvia mientras
respondía un email. No se molestó en subir la mirada, solo guardó silencio y le
dio “enviar” al mensaje que había escrito en su celular, unos segundos después
levantó la cabeza para conocer el hombre que le había presentado su secretaria.
Frente a ella, no
estaba un joven. Era un hombre maduro de unos cuarenta años. Blanco, cabello
castaño un poco desarreglado, ojos grises, rasgos finos, un poco de vello
facial alrededor de su boca, que lo hacía ver hermosamente desaliñado, vestido
con una ropa elegante sin corbata; pero lo mejor de todo es que le regalaba una
media sonrisa algo soberbia. Le dije a la desgraciada de Carol que contratara a un joven, no a este
hombre tan mayor. Juro que voy a golpearla, además el descarado sabe que está
muy bueno y no lo oculta. —pensó mientras veía a su amiga, que era
también su secretaria, sonreír ampliamente detrás del hombre. —Buenos días, un placer soy Silvia Montealto. Estoy a cargo del área administrativa de Aeroejecutivos, imagino que sabe de qué va la empresa ¿cierto? —preguntó en mal tono, tenía que ser bien distante y fría con sus trabajadores, sino con su cara de niña la verían como eso, como una niña, y nadie la respetaría. Fue un consejo de su padre, y le iba muy bien siendo así—, puedes salir —dijo en tono frío a su querida amiga. Carol sin mediar palabras salió de la oficina. —Soy Néstor
Hidalgo, contador con dieciocho años de experiencia. Sí, señorita Montealto, sí
sé de qué va la aerolínea. —Qué bueno,
entonces te invito a que te pongas a trabajar. Mi padre es el dueño de todo lo
que ves, así que espero que en quince días me entregues el primer informe hecho
por ti sobre la empresa, ya que él lo necesita. Todo lo que tengas que saber,
dudas, preguntas lo que sea, se lo preguntas a la Señorita Vargas —Silvia no
escatimó en arrogancia. Pero solo recibió una media sonrisa de Néstor, que no
dejó de mirarla a los ojos. El hecho no incomodó a Silvia, al contrario, le
gustaba—. Te invito a que salgas de mi oficina —ordenó sin mirarlo a la cara. —Con todo gusto
señorita —le respondió Néstor, caminando hacia la puerta. Una vez dentro de
su oficina. Nestor quitó su sonrisa bastante practicada. Pensó que tendría la
situación en control, pero lo que le habían dicho era cierto. La hija del dueño
no era una niña a pesar de su edad. Con solo 26 años manejaba los negocios como
toda una veterana en la materia. Según sabía, solo tenía unos cuatro años de
graduada. —Que mal carácter
tienes Silvia, opaca toda esa belleza —murmuró mientras se concentraba en
recordar sus facciones. Ojos grises, cabello rubio, labios finos y rosados… ¡Dios mío podría ser
mi hija! —pensó, pero unos segundos después sonrió diciendo: —Pero no lo es. Capítulo 2 “El don Juan inteligente” —Buenos días
señorita Silvia —se le acercó Néstor a Silvia mientras entraba en el ascensor,
casualmente llegaron al mismo tiempo al trabajo, eran las ocho de la mañana. —Señorita
Montealto para ti, no seas igualado, no te he dado la confianza para que digas
mi nombre de pila —la reacción de Silvia no se la esperaba. Así que guardó
silencio y le dio gracias a Dios por estar solos y que nadie hubiese escuchado
ese mal trato. Conseguir que esta mujer lo llevara a su casa, sería algo
bastante difícil, pero nada era imposible para él, se las ingeniaría. Silvia a su vez, se divertía por lo bajo, estaba segura que nadie había tratado de forma tan arrogante, a un hombre como él. De hecho, hasta le dolía, el hombre era demasiado hermoso. Ese olor del rico perfume de Dolce & Gabbana la tenía delirando. De por sí el desgraciado parecía modelo de la marca. Hoy venía muy desarreglado, pero se veía a simple vista que tenía unos miles de bolívares con toda esa ropa. Hecho que le dio curiosidad, ya que un hombre, siendo solo un contador, no tendría para tanto. —¿Solo eres
contador? O tienes algún otro trabajo —soltó Silvia la pregunta sin pensar. —Solo soy contador
—se limitó a decir con seriedad. —Entonces ¿De
dónde sacas esa ropa tan elegante y ese perfume tan costoso? —la pregunta desconcertó a Néstor, jamás le había
preguntado sobre eso, en ningún lugar que visitaba. —Disculpe,
señorita Montealto como es que no le puedo llamar por su nombre de pila y me
pregunta cosas tan personales… creo que está siendo injusta —esta vez Néstor se
acercó a ella, de forma imponente y con media sonrisa. Dejó sin habla
unos segundos a Silvia, ella estaba acostumbrada a que le respondieran sin
titubeos. Y si lo pensaba mejor el hombre tenía razón. —Tienes razón,
quedamos así entonces… tú no me respondes la pregunta que hice… y me sigues
llamando señorita Montealto —la puerta del ascensor se abrió y Silvia salió
taconeando, caminando sin esperar la respuesta de Néstor. Él a su vez
controló que se le saliera una carcajada, mientras veía cómo caminaba la chica
con esa corta falda negra, largos tacones y esa camisa delicada a juego de un
color verde claro. Creo que si me le acerco de nuevo me morderá, mejor guardo distancia —pensó
mientras caminaba hacia su oficina. Capítulo 3 “Entre amigas” Tocan la puerta de
la oficina, mientras que Silvia está frente al computador respondiendo un email
a su padre y a sus amigos de confianza. —Hola Silvia ¿Qué
ocurre, necesitas algo? Silvia al escuchar
la voz de su amiga Carol, sonrió. —¡Desgraciada! Te
dije que buscaras a un hombre joven, alguien inteligente pero que pudiera
manejar. Ese hombre está demasiado hermoso, me cuesta si quiera verle la cara.
Me imagino que mi padre brincó de la felicidad cuando le diste su currículo, él
estaba enfrascado en poner a alguien mayor en ese puesto. —Ay sí ¿Verdad que
sí es hermoso? —le respondió Carol, sentándose frente a ella con una gran sonrisa
en la cara, obviando la última parte de lo que le había dicho Silvia. —¿De dónde lo
sacaste? ¿En dónde vive? ¿Cómo es que no lo había visto en toda Maracaibo? —Supuse que me
llamabas para eso, así que listo… aquí está su hoja de vida, con lo más
importante, ya te lo resumí… ¡no me lo agradezcas! —Carol le puso sobre el
escritorio la hoja, sonriendo de forma picara. —Eres una perra
¿Cómo es que me haces eso? ¿Qué dijo papá? —Tu padre, le
revisó la vida y no encontró nada. Tiene excelentes recomendaciones de las
empresas en las que ha trabajado. Sabe tres idiomas y renunció a su último
empleo porque aseguró no le pagaban lo justo. —Entonces para
colmo es ambicioso, eso no está mal —murmuró Silvia. —Sí y ¿observaste
cómo se viste? Parece un modelo… es irresistible. —¡Cállate! por eso
último podría despedirte, mejor lárgate de mi oficina y ponte a trabajar. Por
cierto, hoy me voy temprano así que cuadra mi agenda para que no le quede mal a
nadie. —¡Ok, Silvia! Si necesitas algo más del señor Hidalgo te lo envío por email. —¡Sal de aquí
ahora! —le gritó Silvia a Carol, mientras ambas soltaban una carcajada. Silvia, sostuvo la
hoja y leyó toda la información del nuevo empleado contratado por su padre.
Tenía cuarenta y cuatro años había nacido el seis de abril de mil novecientos
sesenta y nueve, casi le doblaba la edad. —Pero es que los
tiene demasiado bien cumplidos, es hermosos el condenado —murmuró sonriendo
mientras continuaba leyendo el papel. Vivía en la
urbanización La Estrella, situación que le parecía inquietante porque él vivía
relativamente cerca de ella, y jamás lo había visto, ya que su quinta estaba en
el conjunto residencial Pozo Viejo, es decir sus casas estaban separadas solo
por unas pocas cuadras. —Me ha quedado
claro que en definitiva el mundo es muy chiquito —se dijo para sí misma Silvia. Capítulo 4 “Situación incómoda” Silvia leía un
libro, como todos los terceros viernes de cada mes. Ese día decidía quedarse
leyendo hasta el amanecer. Era como un ritual para ella. Alrededor de la cuatro
de la mañana, escuchó un ruido que venía de la cocina. Su quinta tenía grandes
ventanales, muchos pinos, tanto grandes como pequeños alrededor y una alberca
enorme. Con mucha seguridad, pero tenía claro que estar sola jamás era seguro. Dejó su libro
(Miss Marple y trece problemas de Agatha Christie) al lado de la pequeña mesa,
y caminó hacia la cocina, para ver que había provocado el ruido. Para su
sorpresa un hombre vestido completamente de negro, estaba frente a ella. No
lograba ver su cara porque la tenía tapada con una tela del mismo color de su
ropa. Mierda ¿Qué hace ella despierta hoy? —se preguntó
Néstor frente a Silvia. Esta tenía una ropa de dormir, muy sexy. En sus casi
veinte años de carrera como ladrón profesional, jamás había visto una mujer con
tan glorioso y delicado cuerpo. ¿Por qué está chica pone mi mundo de cabeza? Debí buscar la forma de
venir con ella a su casa y así conocer mejor el lugar… que venir aquí solo por
mi cuenta —terminó pensando mientras le daba la espalda a Silvia
para salir por el mismo lugar por el que entró. —¿A dónde vas
descarado?… detente ahí —escuchó la exigencia de Silvia. Y se detuvo. La chica
tenía cojones y eso para él era inevitable de ver. Se dio la vuelta hacia ella,
mientras metía la mano en su bolsillo. —¿Cómo lograste
entrar, la casa tiene demasiada seguridad? Supongo que si me dices… mmm… te
pagaré, de esa forma ningún otro como tú… podrá burlar de nuevo mi seguridad —Silvia
no le tenía miedo al hombre que tenía en frente, según veía estaba solo y sin
armas; estaba segura que con sus clases de taekwondo lo dejaría inconsciente en
pocos minutos, solo debía guardar sus distancias, para poder mover sus piernas
bien. Néstor caminó
hacia ella, pero Silvia se alejó dando pasos hacia atrás. —Mejor es que te
deje un email, no voy a lastimarte, ni tampoco quiero que me lastimes —musitó
Néstor. Él sabía que la chica era cinta negra en un arte marcial, estaba al
tanto que si se le acercaba ella podría dejarlo inconsciente. Pero el deseo
podía más con él, así que se iba arriesgar. —¡Ah! eres un
profesional, tengo amigos que son como tú, no tengo nada contra eso. ¿Alguien
lo tiene que hacer o no? hay demasiada disparidad económica en la sociedad,
quitarle a alguien que tiene mucho, no está mal. Las palabras confundieron
a Néstor, no había conocido a alguien con una mente tan abierta. Néstor aun en
silencio y sumergido en su pensamiento, dándole lógica a lo que acababa de
decir Silvia, se acercó demasiado y Silvia… actuó. Le dio una patada
en el rostro que lo dejó aturdido. El cayó al piso y con un barrido hizo caer
hacia el suelo a la ahora confundida Silvia, ya que no se esperaba ese
movimiento. En el suelo ella estaría en desventaja, lo sabía. Néstor con
rapidez se puso sobre ella ejerciendo toda su fuerza. —Te dije que no te
lastimaría ¿Por qué carajo hiciste eso? —Nadie roba a una
Montealto —dijo Silvia forcejeando— no sin irse ileso. —Me has obligado
hacer esto. — Néstor se quitó un poco la máscara que cubría su rostro y la
besó. Para su sorpresa ella correspondió el beso. No se esperaba eso ni en mil
años. Lo dejó sin aire y con una prominente erección. Cuando dejó de besarla
Silvia sonreía, ella le iba a decir algo, pero el necesitaba salir de allí…
¡huyendo! Así que colocó su pañuelo lleno con un somnífero potente y vio cómo,
ante sus ojos, Silvia se quedaba dormida. La cargó y colocó
sobre el mueble. Y se fue, estaba demasiado confundido como para hacer lo que
mejor sabía hacer en su vida, que era ser un ladrón profesional. Capítulo 5 “Ocultando la verdad” Mierda, todo salió absolutamente mal. Aquí estoy yo, con mi rostro
hinchado y en unas horas debo ir a trabajar. Tendré que llamar y decir que no
podré asistir, no puedo dejarme ver así —pensó Néstor,
mientras se colocaba una pomada en el rostro. Cuando eran las
nueve y media de la mañana decidió llamar a la oficina para aclarar su
ausencia. Al tercer repique Carol respondió: —Departamento
administrativo de Aeroejecutivos, buenos días ¿En qué le puedo ayudar? —Es el señor
Hidalgo, quería comunicarle mi ausencia de hoy, el lunes llevaré la orden
médica, necesito que le informe a la señorita Montealto. —Sí, no te
preocupes, en cuanto llegue la señorita se lo haré saber. ¿No ha llegado? Qué extraño. Hasta donde sé es una de las primeras en
llegar a la empresa ¿Será que aún no se despierta del somnífero que le di? —pensó
preocupado. Prefirió guardar silencio y despedirse. —Muchas gracias señorita
Vargas. —No me digas así,
solo dime Carol —Néstor escuchó una risita en el otro lado de la bocina—, hasta
el lunes. —Ok, Carol, nos
vemos, pasa buen fin de semana —Colgó el teléfono. Carol era muy extrovertida,
estaba seguro de eso, también sabía que era una de las mejores amigas de Silvia.
Sus informantes les habían dado mucha información. Pero en ningún lado decía
que era una ofrecida o regalada. Eso de que le
correspondiera el beso, lo había dejado fuera de sí. Ahora tenía más preguntas
que respuesta y por primera vez en años se le había quitado las ganas de
robarle a alguien. A esa casa no iría jamás. Le encantaba la joven y debía
mantenerse alejado. En unas semanas renunciaría del trabajo, y buscaría otra
víctima, pero si quería mantenerse solitario como los últimos quince años, debía
salir de esta ciudad cuanto antes. Vender todo y partir. Capítulo 6 “Visita inesperada” Tocan el timbre. ¿Quién será? No espero visitas… A decir verdad, en el mes que tengo
viviendo aquí, jamás he recibido una —pensó Néstor
levantándose de la cama. Se miró por encimita el rostro y estaba más
desinflamado. Ya era domingo y la pomada había hecho su efecto. El lunes
estaría seguro de que no tendría nada. Así no se dejaría ver de Silvia, y
correr con el riesgo de que asociara las cosas. Al abrir la
puerta. Se quedó en completo silencio. Silvia estaba frente a él, con unas
sandalias bajas y un vestido rosado sencillo. El cabello suelto y casi ni
estaba maquillada. Verla así, lo dejó atontado. —Óyeme, pero ¡qué
bien! Ya no tienes hinchazón en tu cara… pero que bueno —esto último lo alargó,
y el tono era tan irónico que se quedó en blanco— ¡no me vas a invitar a pasar
desgraciado! o ¿Qué? Me vas a tapar la boca con otro trapito con somnífero. Mierda… ¿Estoy despierto? Me lleva el diablo —pensó Néstor,
sintiendo como el corazón palpitaba a mil por hora. No hizo más que dar un paso
hacia atrás para que Silvia entrara. —Oye… Silvia… yo —empezó
a decir Néstor apenado. No sabía qué decir, se sentía desarmado, no tenía nada
con qué defenderse. Ni nada inteligente que decir. —¿Te creíste muy
inteligente? Para la próxima, pon más cuidado con esos somníferos que utilizas,
ayer casi muero de una jaqueca —Silvia sonrió, pero esta vez sus rasgos se
suavizaron. —Discúlpame, no sé
qué decirte. Mañana tendrás tu balance para que no se te atrase el trabajo con
tu padre y el martes me largo de tu empresa. De hecho, lo decidí ayer. La confesión no le
gustó a Silvia. —Hey, lo que te
dije ese día fue cierto, no tengo nada contra los ladrones profesionales. Al
menos los que son como tú, que no lastiman, ni destruyen nada, solo toman lo
que quieren y listo. —¿Cómo supiste de
mí? —Tu olor… ese Dolce & Gabbana que tú usas, no lo usa cualquiera —Silvia soltó una carcajada—, además llamé ayer y faltaste a trabajar supuse era por el golpe que le di a tu rostro… por otro lado no me cuadró tu forma de vestir así que ese día que te vi la ropa fina investigué el saldo de tus cuentas bancarias, ya sabes tengo buenos amigos… y por último contacté con unos cuantos amigos en común que tenemos y me dijeron que averiguaste mi vida, así que me sentí en el derecho de hacer lo mismo y de disipar cualquier duda que tuviera de ti. —¿Me vas a
denunciar? Déjame decirte que admiro tu astucia y capacidad de análisis. Ya veo
por qué eres tan buena en los negocios. —No, claro que no —Silvia
se acercó sonriendo con malicia—, gracias por el halago. —Entiendo ¿Entonces, para qué viniste? Quiero que sepas que tienes mi palabra de que no robaré tu casa, ni a tu empresa y que me iré el martes y no sabrás más de mí. De todas formas, no tienes pruebas, será tu palabra contra la mía, además no me llevé nada de tu casa. Y sobre las cuentas bancarias, puedo justificar los ingresos, soy astuto con las cuentas y números. —Shiii… no me tienes que dar explicaciones —Silvia se puso frente a él— Vine a que me devuelvas lo que me robaste —Silvia lo haló hacia ella y lo besó. El beso fue más intenso del que se habían dado hace días. Néstor no se frenó y la acarició. Su respiración se escuchaba en su pequeña pero lujosa casa. Siempre compraba propiedades muy cómodas, pero que no llamaran la atención, de esa forma se cuidaba las espaldas, y daba menos explicaciones. Entre besos,
Néstor no pudo evitar preguntarle: —¿Por qué haces
esto? ¿Qué es lo que quieres? —Silvia se separó de Néstor, mostrándole unos
labios sonrojados y una respiración entrecortada. Su pecho subía y bajaba, se
veía tan distinta a como era en la oficina. —Primero antes de
que me tomes por loca, quiero decirte que sé hasta dónde naciste, sé que no
eres peligroso —lo volvió a besar, pero esta vez cerca de la comisura de su
boca, mientras Néstor sonreía—; segundo, puedes decirme Silvia de ahora en
adelante —Silvia le acarició el rostro dulcemente—; tercero, sé que soy más
hermosa que el dinero que tengo, además tengo que considerar que tú eres más
hermoso que esa dos profesiones que ejerces, que por cierto haces demasiado
bien —Néstor soltó una carcajada y la cargó colocando sus piernas alrededor de
su cintura y caminando para acostarla sobre el sofá de su sala— haré el esfuerzo
solo por esta vez… y no le prestaré atención a todo ese asunto que implica la
moral. —Te equivocas, me
gusta más toda esa inteligencia tuya, eso sin mencionar que me encanta esta
mujer joven que me muestras en este momento… te ves hasta dulce —Néstor afincó
su erección sobre el cuerpo de Silvia y ella gimió de anticipación—, de repente
le llegó una idea a su cabeza— ¿Me estás ocultando algo cierto? Ohh, ok, ok, sí
sabías que el ladrón era yo… cuando me viste en tu casa, por eso correspondiste
ese beso ¿cierto? —¡Ajá! —asintió
Silvia. Esa respuesta le encantaba. Podía, por primera vez, ser sincero con
alguien sin el miedo de ser juzgado por lo que hacía. Y no podía negarlo, el
hecho lo volvía más loco por ella. Dejándose llevar por
todos los sentimientos, gustos y atracciones, hicieron el amor por primera vez,
y así permanecieron por años… juntos y siempre trabajando. Silvia, se enteró
de muchas cosas sobre la vida de Néstor, incluyendo esa vida de pobre y de
tantas necesidades que tuvo cuando era pequeño. Así que lo convenció de que
tomará citas con un psicólogo. Estaba claro que Néstor robaba para acumular más
de lo que ya tenía; y ahora casada con ella, no necesitaba absolutamente de ese
dinero robado. Luego de cinco
años de matrimonio Néstor dejó de robar y se decidió por trabajar solo como
contador. Pero con la diferencia de que gran parte del dinero que acumuló
durante los últimos años, lo cedió a organizaciones que ayudaban a los niños de
la calle, de esa manera se sentía bien consigo mismo, de que evitaría que esas personas
indefensas cayeran en el mundo en el que, de forma inteligente, él sí se supo
desenvolver.